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Casamientos

Amanda y Luciano: glamour en un casamiento rústico

¿Querés que tu boda se lleve a cabo en torno a la naturaleza, pero sin relegar detalles que la hagan única? Inspirate en la celebración de Amanda y Luciano, que logró conjugar la esencia y las formas, con un resultado increíble.

Tomás Varela Estudio

Trasgrediendo fronteras y perdurando en el tiempo, esta pareja dio el “sí” al mejor estilo cinematográfico: acompañando la caída del sol, durante un día veraniego, en una estancia idílica, atestiguados por amigos que viajaron muchas horas para estar presentes en la unión formal de sus mundos. Una historia, una propuesta, y preparativos que no te podés perder, como introducción a una celebración mágica, de la que te contamos todos los detalles.

Una propuesta soñada

Amanda nació y vivió en Estados Unidos hasta sus diecinueve años. En ese momento, sus padres, decidieron volver a su país de origen, y ella eligió acompañarlos. Porque todo pasa por una buena razón en esta vida, fue acá que conoció a Luciano.
Después de ocho años de novios, durante un viaje, Luciano produjo el escenario ideal para su gran propuesta. Una noche en el Central Park, en un banco al lado de un lago, puso en altavoz en el celular una canción de cuando empezaron a salir, y se arrodilló. Amanda se puso nerviosa al advertir lo que ocurriría. Fue así que Luciano le mostró el anillo. Apenas volvieron de ese viaje, buscando en internet, Amanda encontró el vestido de sus sueños. Lo compró en Estados Unidos, y se lo hizo traer por quien sería el testigo de casamiento. Era un modelo trabajado y al cuerpo, ideal para su esbelta figura.

Pusieron fecha con un año y medio de diferimiento para prepararse como querían, y asegurarse de que todos los invitados pudieran asistir. Siempre habían soñado con casarse al aire libre, así que se decidieron por La Pingüinera, una estancia en Bella Vista. Las invitaciones fueron digitales y las enviaron con varios meses de adelanto. No aceptaron “no” por respuesta, haciendo sentir una gran valoración hacia la presencia de cada invitado. En esta misma línea, armaron un video de fotos de ellos con los asistentes, con gran cuidado de que nadie quedara afuera. Una semana antes a dar el gran “Sí” los amigos del extranjero comenzaron a llegar, y los días previos fueron una celebración continuada.

Y llegó el gran día

El día del casamiento, Amanda empezó sus preparativos desde temprano junto a tres amigas. Respecto del peinado y maquillaje, se dejó asesorar por su peluquero, con quien se había sentido tranquila y contenida desde que realizaron las pruebas. Al colocarse el vestido, su ansiedad afloró y sintió urgencia por casarse. Decidió llevar un velo, que sumado a la brisa del atardecer, fue un gran acierto y redundó en fotografías perfectas de la mano de Tomás Varela Estudio. A la mitad de la noche, para estar más cómoda, hizo un cambio de vestuario. Se puso un mono blanco con unos broches metálicos coronando la parte de los hombros, de “Sal si puedes”. El atuendo del novio fue un clásico y elegante smoking negro, que planteaba una sintonía armónica con el glamour de la novia.

Una ceremonia muy romántica

La ceremonia se produjo en la misma estancia, con sillas blancas y un sencillo altar armado al aire libre. La cita fue al atardecer, y la bendición se produjo acompañando la caída del sol. Todos permanecieron muy compenetrados con el rito, que fue muy espiritual y de gran conexión con las buenas energías del universo. Oficiado por un tío de Amanda, que dedicó palabras en español e inglés para que todos pudieran estar incluidos en ese gran momento. Los novios hicieron sus propios votos. Primero fue el turno de Luciano, que los había escrito y recurrió a algunas anécdotas simpáticas para resguardar su gran emoción. Amanda improvisó un poco, mezcló idiomas, para finalmente abrazar a todos con sus sentimientos.

Reemplazaron el vals tradicional por un tema que se apropiaron para abrir la pista de baile. La mejor amiga de Amanda, de habla sajona, usando fonética y con ayuda de otra amiga argentina, leyó una carta en español, con recomendaciones e historias graciosas.

La fiesta tuvo lugar entre el campo y el casco de la estancia. La entrada se compuso de diferentes islas en el exterior, donde se sirvieron exquisiteces autóctonas. Luego se dio paso a un asado, con gran aceptación entre la gente. La mesa dulce se ofreció bajo las estrellas, con un árbol con velitas colgando de sus ramas de fondo. La torta nupcial fue una chocotorta, simple y auténtica, como los novios.

La decoración del salón fue minimalista, con guirnaldas hechas con blondas, flores silvestres en frasquitos y muchas velas, que aportaban su calidez. Incluyeron como entretenimiento y recuerdo, una cabina de fotos instantáneas en la que los invitados pudieron protagonizar capturas con accesorios. Nadie quiso perdérselo.

Los novios habían elegido a los invitados por ser gente cercana, querida y que los apoye en su vida y en su unión. Fue así que dedicaron un agradecimiento y palabras individuales en el momento que cada uno fue retirándose. La alegría, emoción y disfrute, en que se los vio envueltos a los novios, fue sello de garantía de una vida de felicidad juntos.