El casamiento de Pablo y Vanina en Haedo, Buenos Aires
Elegantes Invierno Rojo
P&V
28 Jul, 2019La crónica de nuestro casamiento
¡Hola! Finalmente bajando a la realidad luego de la luna de miel, tengo un rato para contarles de nuestro día super especial.
Ansiosa como soy, me sorprendió haber podido descansar bastante la noche anterior (eso no suele suceder antes de eventos importantes de mi vida, pero se ve que todos esos nervios fueron repartidos con la noche anterior al civil, cuando sí me costó dormir más).
Nos despertamos tempranito y desayunamos. A las 9 pasaban a buscarme mis papás para llevarme al salón (me cambié allá) y a las 8:45 Pablo me dice: "Mi saco -alquilado- no tiene el botón!". Nos habían dicho que lo revisemos bien luego de la entrega, pero entre todo el traqueteo anterior, no lo hicimos -y eso que suelo ser muy detallista, pero la boda me cambió todos los estándares-. Cuestión que le dije: dame otro saco que tengas, le saqué el botón y lo cosí al saco del casamiento. No estaba forrado como debía ser, ¡pero nadie se dio cuenta!. Listo, problema solucionado.
Me fui al salón, donde vino la peluquera y me peinó y maquilló (también a mi mamá). También me ayudó a cambiarme. Mientras tanto, abajo se escuchaba todo el bullicio de los preparativos. Los músicos del show probaban sonido -el líder de la banda es primo de Pablo-; los del cátering dejaban todo listo, los souvenirs, los números de mesa, todo lo que nos había tomado meses preparar estaba tomando forma. Mientras tanto la maitre venía, me consultaba cosas, nos traía bebidas y cosas ricas para comer -y nunca estoy nerviosa como para no comer yo-.
Seguir leyendo »Bueno, luego vino Pablo al salón a buscar a mi mamá y juntos partieron a la Iglesia. Mientras tanto, llegaban mi papá y mi hermano (chofer en este caso) venían a buscarme. Llegó el momento de partir hacia la Iglesia.
Siempre fui muy puntual en mi vida y el día más importante no iba a ser la excepción. 12:30 en punto estaba paradita detrás del gran portón, con mis sobrinitas que fueron mi cortejo, las dos muy seriesitas, cumpliendo con su labor y tan hermosas. Cuando empecé a escuchar la marcha nupcial por mi mente pasó lo siguiente: opto por llorar y no puedo secarme las lágrimas -y ya tenía a mi papá llorando al lado- o.... lo que hice: llegué al altar con una sonrisa de oreja a oreja (mezcla de felicidad y nervios).
La ceremonia fue hermosa, con palabras muy lindas del sacerdote y sin apuros. Y de ahí en más el tiempo pasó volando. La fiesta nos pasó por encima, cuando nos quisimos dar cuenta, ya estaba terminando todo.
Por suerte todos bailaron y comieron rico, todos felices. El vals duró eterno -tuvieron que extenderlo de lo que nos habían comentado porque participaron todos-, la gente no dejaba de decirnos que todo estaba riquísimo.
Sinceramente fuimos muy felices. Mientras escribo se me caen las lagrimitas. Es que al día siguiente al casamiento empecé a llorar todo lo que no había llorado ese día y con cada cosa me emociono.
Recién hoy Pablo vuelve a trabajar después de nuestra luna de miel y yo me voy reincorporando al trabajo de a poco. Hace 2 días recién me cayó todo el cansancio de golpe y lo único que quiero es dormir y dormir. Pero, ¡quién nos quita lo bailado! Seguimos recibiendo fotos y videos de amigos. Una gran satisfacción.
Así pasó nuestro Gran Día, ahora a seguir adelante con muchos más planes.
¡Gracias por el gran apoyo de este hermoso grupo!
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